Palabras preliminares
En este apartado estudiaremos en profundidad los sucesos que marcaron la historia política de Chile a partir de la segunda mitad del siglo XX. En este sentido hemos de situarnos en un contexto de importantes antagonismos que fueron protagonizados por las grandes potencias mundiales que afectaron fuertemente el desarrollo político de Chile, el que hasta iniciado el siglo XX, se había mantenido bajo el control de la elite.
Cuando hablamos de “desarrollo político”, nos insertamos en una abierta discusión respecto del crecimiento y avance de las políticas chilenas en los últimos años. Sin embargo, será esta una discusión que no profundizaremos de manera detallada, precisamente porque la idea de desarrollo bajo este contexto estará vinculada a los cambios sucesivos que se dan a partir del siglo XX y que se acentúan en función de un proyecto discontinuo e inestable: la democratización del sistema de gobierno. Esto, está principalmente fundamentado por los autores Sofía Correa (en su estudio sobre los orígenes de la Derecha chilena), Tomás Moulián (sobre la democracia en Chile), María Angélica Illanes (estudios sobre el Chile entre los años 1950-2000) y Genaro Arriagada (análisis del régimen militar en Chile).
Para llevar a cabo el estudio en particular de las décadas ´60-´70-´80 en Chile es necesario tener los antecedentes globales que brindaron al Estado un protagonismo diferente, basado en la mayor participación de éste como gestor de nuevas políticas y, a partir de esto, comprender el quiebre institucional chileno que se dio en 1973, el que a su vez, dio origen a nuevos
fenómenos sociales y, por supuesto, a la instalación de un sistema político que se contrapuso completamente al proyecto democrático que se engendraba a mediados de siglo.
A partir de lo anterior el informe será dividido en distintos segmentos
-al estilo de capítulos o subtemas- para lograr una mayor profundización de los hechos que se dieron a nivel político y marcaron a las distintas generaciones y movimientos sociales en Chile hasta el retorno a la democracia en 1990.
CONTEXTO MUNDIAL
El siglo XX:
Fuertes pulsaciones de un mundo en crisis Análisis global
“En una gran obra de teatro popular escenificada en
Tarapacá en 1900, se celebraba con gran optimismo
el advenimiento del nuevo siglo.
Al despedirse el siglo XIX, le dejaba con orgullo al siglo XX
como herencia sus grandes avances tecnológicos,
especialmente en materia de energía a vapor y electricidad.
Sin embargo, le planteaba una tarea pendiente,
instando al siglo XX a que cumpliese esta inconclusa misión.
Esta consistía en la fundación de la verdadera democracia.”[1]
El siglo XX se ha destacado en la historia del mundo como el resultado final y casi lógico de las más irracionales ansias de poder del hombre, reflejadas en importantes crisis sociales que surgieron de conflictos políticos y económicos, los que a su vez, fueron heredados del siglo que le precedió. La humanidad se vio fuertemente afectada por las grandes y sangrientas catástrofes que se plasmaron en las tres grandes guerras, dotando de incertidumbre, miedos y efervescencia a las juventudes de cada periodo dentro de este siglo.
En concordancia con lo anterior el siglo XX, como proceso global, ciertamente se inicia con un desafío apoteósico: La construcción de una verdadera democracia. ¿Por qué plantearse este desafío?. El orgullo de la ciencia y tecnología heredada ya desde fines del decimonónico mostraba los síntomas de un modelo ineficiente en términos de administración gubernamental global. Los Estados, lejos de poder gozar sin sobresaltos las “bondades” derivadas de sus desarrollos vieron nacer, no con menos fuerza, el alzamiento de las capas obreras y campesinas afectadas tanto cuantitativa como cualitativamente por un desarrollo desigual sin precedentes hasta ese entonces.
Los Estados subdesarrollados ven, sostenidamente, el desarrollo de las organizaciones obreras y posteriormente campesinas sintetizarse en un movimiento global que amenaza seriamente la “estabilidad” gubernativa. Estamos en presencia de “La cuestión social”.
Los pobres organizados del mundo recibirán la influencia irrestricta del ejemplo Bolchevique, triunfante ya en 1917. La ideologización de las capas explotadas será una rueda que caminara sin vuelta atrás, aunque a diferentes ritmos.
Chile, dentro del contexto latinoamericano, no estuvo ajeno a los fenómenos mundiales que marcaron el siglo XX, pero fueron más bien los conflictos políticos a nivel mundial los que dificultaron su desarrollo económico. Las rivalidades que dieron origen a la segunda y tercera guerra mundial[2] influyeron fuertemente en el proceso de democratización de Chile y en el destino de los proyectos de izquierda que venían surgiendo a partir de 1920 y que se consolidaron luego de la crisis económica mundial de 1929. Fue precisamente en este momento de la historia política chilena, cuando las elites comenzaron a conocer la existencia de una fuerza política distinta, por lo que diversos hechos vinculados a este amenazante nacimiento de una izquierda consolidada cambiarán la historia de Chile a nivel político y social.
Por otra parte, el quehacer político social del periodo “entreguerras” carga a Chile y su historia popular de un apego incondicional a la lucha por las libertades y la igualdad; ejemplo de ello es la formación del Frente Popular, el cuarto del mundo, que gana las elecciones gracias a la desaprobación irrestricta de amplias capas de la población y de un importante número de agentes de la clase política, de las ideologías de carácter fascista.
En este contexto se desarrolla gran parte del devenir político de los nuevos actores históricos –como los trabajadores y las capas medias- quienes, resumidamente, deberán lidiar con el constante intervencionismo imperialista de parte de una u otra superpotencia, que para ese entonces, ya sumidos en lo que conocemos como “Guerra Fría”, no escatimarán en recursos para repartirse el mundo en una lucha ideológica irreconciliable. Capitalismo y Socialismo serán la cuna de destrucciones, creaciones y construcciones que se imprimirán en los corazones de la sociedad toda, llevando a los pueblos a vivir un proceso a escala propia pero siempre dependiente de las decisiones de Moscú o Washington.
Ahora bien, tres hechos son fundamentales para comprender la existencia de la Derecha como bloque de poder político en Chile. El primero de ellos lo encontramos a partir de los llamados “locos años veinte”, periodo en el que las oleadas de vertiginosos cambios a nivel económico mundial fragmentaron las alianzas políticas y, en cierta medida, las extremaron. Con esto, Latinoamérica se vio invadida por nuevas ideas y, fueron principalmente los movimientos de izquierda los que viajaron hasta nuestro continente, tal vez, para nunca más retirarse. En cierta medida, diremos que el mundo entero se vio afectado por la Primera Guerra Mundial y, desde ese momento, ya se respiraba cierto aire de pesimismo y descontento social. Eran tiempos de crisis. Sin embargo la aparición de la izquierda como proyecto político no se instaló, sino hasta 1931 de manera definitiva con el Partido Socialista Chileno. Diremos que la década del ´20 en Chile fue la germinación de un movimiento social que amenazaría fuertemente los intereses de una elite que acaparaba el poder económico y político, por ya más de un siglo.
Un segundo elemento de análisis guarda estrecha relación con la primera intervención militar autónoma en la historia de Chile en el año 1924 con el General Carlos Ibáñez del Campo, momento en que los militares irrumpen bruscamente en el gobierno Arturo Alessandri Palma, dando inicio a un nuevo periodo en la historia de Chile gracias a la creación de una nueva Constitución Política (1925) sumamente presidencialista. Este hecho marca un cambio fundamental por cuanto los nuevos proyectos políticos chilenos van dirigidos a dotar de mayor protagonismo al Estado.
Un tercer elemento que contribuyó a la consolidación de la derecha política, surge de la crisis mundial de 1929. En este momento la crisis económica afecta todas las áreas de dominio burgués y la derecha pierde apoyo incluso de las facciones que la componían (Partido Radical por ejemplo) y la izquierda se presenta como una alternativa viable capaz de resolver la crisis del sistema capitalista que no puede resolver la derecha. Según Sofía Correa, este sería el momento en que la derecha chilena se decide a generar una estrategia política para no perder su poder económico.
Diremos entonces, que a partir de la década del ´30 en Chile se produce un giro sustancial, en que la elite económica comienza a perder influencia en las fuerzas políticas del gobierno dando paso a un nuevo periodo de democratización con el afán de reestructurar el poder estatal, aumentando su gestión y promoción.
… “la hegemonía del proyecto democrático se va configurando como una red de gobernabilidad ciudadana y popular que, al mismo tiempo que produce una práctica democrática, produce también un nuevo saber acerca de lo real social chileno y latinoamericano, conocimiento que aporta las bases para una lucha ideológica o un pensamiento de raíz sudcontinental en vista de la necesidad y deseo de distribución social de poder”[3].
EL PROYECTO DE DEMOCRACIA EN CHILE
El proceso de democratización en Chile no fue continuo, sino más bien inestable y fragmentado, ya que estuvo en función de las estrategias y proyectos de los partidos políticos de distintos sectores y sus ansias de poder. Cualquier proyecto de reforma presentado estuvo limitado siempre por la mayoría en el Congreso que tuvo la derecha, a pesar de la incorporación de las fuerzas de izquierda en el poder:
“En realidad no hubo una democratización lineal y creciente, un proceso de avance en línea recta desde 1938 para adelante. El acceso al gobierno de un frente de centro-izquierda en 1938 no significó inmediatas reformas de la representatividad del sistema político ni tampoco significó un mejoramiento de las posibilidades de integración de algunos sectores populares, como los campesinos al sistema de negociación social.[4]
La consolidación de la derecha política chilena
Principales hitos
Para el análisis del contexto chileno propiamente tal, nos enfrentamos a una historia que en términos tanto económicos como políticos, estuvo fuertemente dominada por una elite terrateniente desde la colonia. Por esto, encontramos que para el caso de Chile existen dos “derechas chilenas” hacia 1930 (en palabras de Correa): una derecha económica y otra política. Sin embargo ambas se identifican hasta mediados del siglo XX, con la defensa del pasado, de la tradición colonial, los “padres de la patria” y el autoritarismo, como garantías de orden social.
Si retrocedemos en un pequeño acercamiento a los orígenes de la derecha chilena, nos situaremos en el siglo inmediatamente anterior. La derecha económica surge del poder de una elite industrial y luego se une con banqueros y comerciantes, teniendo como resultado una elite terrateniente y otra burguesa. Si bien el bloque de derecha en Chile siempre ha existido, éste no tuvo un proyecto político propio sino hasta que surgió un partido opositor a él, y en este sentido, diremos que la derecha no necesitó de una estrategia política sino hasta la llegada de las ideas marxistas que fueron configurando en América Latina el brote de la revolución. En cierto modo se establece que este bloque surge como partido político con el nacimiento del movimiento opositor que buscaba romper con el modelo de representatividad de las masas, que fue el objetivo de la derecha económica desde la independencia chilena, pues siempre buscó representar a las masas sin incorporarlas.
Como bien se puede suponer -a partir de lo anterior- la derecha desde mediados de siglo establece un solo proyecto político sólido y continuo que ha estado siempre en función de lo económico, con la intención permanente de liberalizar el mercado nacional. El problema surge cuando la derecha dentro de esta constante obsesión por abrir el mercado nacional, se encuentra cara a cara con un nuevo enemigo: el Estado; ya no es sólo su partido opositor, sino que ahora además choca drásticamente con las ideas que se venían instalando desde 1925 de dotar de mayor control económico al Estado, lo que significaba, entonces, estatizar el mercado nacional, es decir, cerrarlo.
La principal estrategia de la derecha apuntó a aumentar su influencia sobre otros partidos políticos (Partido Radical, Falange Nacional, entre otros), así como a obtener mayor participación política en el parlamento. Algunos autores plantean que desde el fracaso político de la derecha con Alessandri Palma, ésta no tuvo participación real sino hasta 1973, momento en el que pudo consolidar su proyecto económico. En este sentido diremos que la derecha no fue capaz de llevar a cabo su proyecto modernizador hacia 1938 producto del estancamiento de la industrialización en Chile y, con el triunfo de Pedro Aguirre Cerda no pudo continuar con el proyecto a partir del poder Ejecutivo, mas sí logró, en un proceso paulatino, ir incorporando elementos que le permitiesen décadas después establecer el modelo neoliberal a través de la destrucción del proyecto democratizador que se venía construyendo desde la misma fecha.
Así, a partir de 1938 el panorama para la derecha cambia bruscamente con la formación del Frente Popular compuesto por el Partido Comunista y la incorporación del Partido Radical de Izquierda, formando una potencial amenaza para la derecha aunque ésta mantuviese mayor cantidad de votos; esto era gracias al cohecho. Además la “Ley de Sindicalización Campesina” (1931), amenazaba duramente el poder de la derecha en el agro, ya que una vez que se crea la CORFO en el gobierno de Pedro Guirre Cerda, ésta corre el riesgo de perder industrias ante lo que va creando nuevas estrategias en alianza con el gobierno, porque eran precisamente ellos quienes mantenían el poder sobre el legislativo.
A pesar de esto, los levantamientos campesinos fomentados por comunistas, llevaron a que la derecha finalmente proclamará la “Ley maldita” durante el Gobierno de Gabriel González Videla, haciendo valer el plan Marshall[5] en 1949. En este momento además, la derecha se encontraba fuertemente dividida por elecciones de 1946 las que marcan un hito importante a nivel político, ya que hasta ese año la derecha estaba compuesta por conservadores (Tradicional y Conservador Social cristiano), liberales y Partido Agrario Laborista, sin embargo durante esa candidatura, el triunfo centro-izquierda (Radical y Comunista con Videla), deja fragmentada a una derecha compuesta por la Falange Nacional con Conservadores Social Cristiano, y por otra parte con el Partido Conservador Tradicional. Más tarde la unión de los primeros dará origen a la Democracia Cristiana que –por sí sola- careció siempre de fuerza política y se mostró ineficaz, al igual que la derecha, para enfrentar los conflictos de las décadas posteriores.
“En 1947 la derecha reconstruyó su alianza con el centro y abandonó las posiciones defensivas que hasta entonces había ocupado. Sin embargo su programa de ofensiva tuvo rasgos puramente negativos. Logró eliminar el peligro comunista aparente, desmovilizar a los sectores populares, dividir a las organizaciones laborales y al Partido Socialista, pero no fue capaz de impulsar un proyecto que evitara la agudización del estancamiento económico que desde el término de la guerra de Corea se hizo ostensible”.[6]
La “Ley maldita” fue suprimida durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo en 1952, quién produjo un importante viraje político al verse sobrepasado por la deuda externa y el aumento excesivo de la inflación, volviéndose hacia la derecha para pedir ayuda. Sin ningún problema la derecha lo socorre con al intención explícita de restarle poder al estado nuevamente y aumentar el poder privado en manos de la firma norteamericana Klein Sacks. Con esto, la derecha sigue su camino hacia la liberalización del mercado chileno y el aumento de la privatización de las redes comerciales; proyecto que será llevado a cabo con una política mucho más violenta pero con la misma estrategia desde mediados de los ´70 con el modelo de los “Chicago boys”.
La nueva política de estado: El proyecto de la izquierda.
Como se expuso anteriormente, fue a partir de la Constitución de 1925 que en Chile se persiguió con ansias la mayor participación del Estado en el desarrollo económico y de políticas públicas, es decir, un Estado Asistencial, Benefactor, y por sobre todo democrático. A pesar de esto, la necesidad de la izquierda de lograr que el Estado controle elementos como infraestructura e industria dista bastante de llevarse a cabo por dos motivos: aumento considerable en índices de inflación durante cada gobierno e intervención constante por parte de la derecha que presiona para no entregar industrias al Estado.
Por esto en las elecciones de 1957 se produce el fracaso del proyecto de aumentar el rol del Estado, cuando Eduardo Frei Montalva pierde elecciones frente a Jorge Alessandri, quien finalmente reduce la intervención del Estado al control sobre obras públicas durante su gobierno.
Lo anterior se enmarca en una política sumamente partidista ya que entrada la década del ´60 el candidato por el Partido Comunista y Socialista, Salvador Allende se lanzaba a la candidatura sin logros tangibles. Esta política legitimaba el logro de un solo proyecto, que se mostraba discontinuo: la democracia.
…”es el proyecto democrático el que posee, hacia los años 50 del siglo XX, la hegemonía, es decir, que alcanza una primacía que le permitirá subordinar relativamente el militarismo y el asistencialismo a su propio dinamismo.”[7]
El gobierno del pueblo y el fracaso del socialismo: La incapacidad de generar un centro político sólido.
A partir de 1960 Chile se convierte en un país dinámico. La política no sólo se vive en la esfera de lo político sino que, ya es capaz de desplegar todo su poder hacia todas las fuerzas sociales. El mundo empieza a prestar atención a cada suceso que se vive dentro del territorio chileno y las pulsaciones ya no son externas. Desde la candidatura de Frei Montalva y Salvador Allende el país entero está presionando fuertemente y el proyecto democrático se ve realizable: “En nombre de la distribución social del poder para fundar ese gobierno popular compitieron las candidaturas de Frei y Allende en el ´64. Es ese gobierno que, antes de ser gobierno, ha roto las letras formales de su propio proyecto, instalando su visibilidad concreta en todos los campos y escenarios de lo real: las poblaciones, los campos, las faenas, las ciudades, las universidades, las familias y las iglesias; gobernaba en la música, la poesía y la utopía.”[8]
Las palabras de María Angélica Illanes definen con una suerte de suficiente precisión los fenómenos políticos ocurridos en Chile y su resultado dentro del marco social hacia 1960. El Frente Popular, así como el FRAP habían logrado en no más de 40 años desplazar a la derecha del poder Ejecutivo, instalándose como gestores de una democracia por primera vez vivida posibilitando que, ya hacia 1970, se consolidara el sueño de la Unidad Popular, aunque el proyecto en sí fuese siempre el sueño de Allende. Muchos lo acusaron de llevar a cabo un gobierno personalista, y en cierta medida lo fue, pues Allende tuvo que acostumbrarse rápidamente a gobernar sólo.
El proyecto político y económico de Allende fue, como afirmaba su Ministro de economía Pedro Vuskovic, reformista y no revolucionario. Dentro de sus objetivos se encontraba la redistribución del ingreso, el aumento de programas y servicios gubernamentales, la estatización de industrias clave y la expansión de la Reforma Agraria. Sólo el último objetivo no pudo llevarse nunca a cabo en profundidad, puesto que la violencia en el campo, desde sus inicios, no fue frenada por el presidente.
Valenzuela afirma que el fracaso de la UP tiene que ver con la estrategia política deliberada de Allende (sumado a una economía sobreestimulada según Vuskovic) en la que alimentó el levantamiento constante de obreros, primero para legitimar la expropiación de industrias y segundo al responder a las peticiones aceleradas y desorganizadas del pueblo, así como con la incapacidad de unir fuerzas con el centro político para respaldar su gobierno, ya que en 1958 (Jorge Alessandri) y 1970 (Salvador Allende) los bloques políticos extremos buscaron triunfar sin el apoyo de centro, lográndolo de manera tangible.
Esta tesis está fundamentada en Juan Linz quien afirma el hecho de que cuando un gobierno pertenece a un extremo político y busca mantener la democracia, debe ser capaz de generar un centro político sólido para no terminar en un gobierno autoritario. Claramente, la sociedad chilena que gobernó Allende es una sociedad altamente polarizada que no permitió nunca la consolidación de ese centro que le ayudaría a eliminar presiones y unir las alianzas políticas. Por esto, el gobierno de la UP se movió de manera sumamente dinámica en torno a fuerzas centrífugas (cada una en distinta dirección) y no con la cohesión de fuerzas centrípedas (todas en una misma dirección).
Asimismo, al gobierno de la UP no sólo le jugó en contra la fragmentación interna -que fue aumentando sobretodo desde 1972- sino además la intensificación de la guerra interna con una fuerte oposición. Esta oposición en un principio estuvo compuesta por la derecha política, dueños de empresas privadas y una facción de la Democracia Cristiana. Mientras tanto, la otra facción de la DC unida a las dos facciones del Partido Radical a partir de las elecciones municipales de 1971 ven destruidos sus intereses, puesto que éstas habían polarizado aún más la situación al aumentar votos en la UP y el Partido Nacional. De aquí en adelante la DC no logró establecerse ni como centro político, ni liderar la oposición, mientras que la UP va aumentando enemigos, hasta el punto en que sus mismos partidarios políticos de la coalición le darán la espalda a la democracia, dando origen a la sucesión de actos violentos impulsados por el MIR.
Ahora bien, durante el primer año gobierno de Allende hubo importantes logros en disminución del desempleo, aumento en la producción interna (aunque no la suficiente como para sustentar la demanda nacional por lo que de igual modo se recurrió a importaciones), disminución de la inflación, entre otros, pero la deuda externa heredada del gobierno de Frei -sumado al bloqueo mundial por parte de Estados Unidos- provocaron serios desajustes y mayor endeudamiento para el segundo año. Es por esto que 1972 es un año que contrasta seriamente con el año anterior, y la oposición que lidera el parlamento comienza a presionar fuertemente. Si la derecha tenía la mayoría en el parlamento podía empezar a restarle poder al Ejecutivo en función del legislativo, por lo que precisamente en esto consistió su estrategia.
El 20 de febrero de 1972 se establece la Reforma Constitucional del Congreso Pleno, en la que la derecha en el Congreso crearía un cuerpo legal que le permitiese restringir al Ejecutivo de continuar estatizando industrias. Sin embargo son las mismas facciones del partido Conservador, las que no dan los votos para llevar a cabo la reforma. Este fue uno de los tantos intentos de la oposición de someter el Ejecutivo al Legislativo y terminar con la estrategia política de Allende: posibilitar la existencia de un sistema unicameral, que a su vez restringiría la participación de la oposición, por la vía democrática.
Se va produciendo de manera progresiva una fuerte confrontación social que el presidente no puede detener porque no es sólo entre opositores, sino además entre miembros de su propia coalición política. El Partido Comunista, sumamente legalista, había detenido el apoyo a los movimientos que llevaba a cabo el MIR por la muerte de un estudiante de sus filas en Concepción, lo que aumentó el distanciamiento entre ambos, creando tensiones entre el MIR y la UP.
El gobierno debe moderar todo tipo de movimientos, los de la pequeña burguesía, de los trabajadores, camioneros, etc. En cierta medida Chile se confió de que el quiebre institucional nunca llegaría, por lo que aumentaron las presiones hacia el gobierno desde todos los bandos políticos sin considerar que tal vez una unión de sus fuerzas habría evitado el colapso que se venía dando desde fines de 1972. El 5 de noviembre de ese año Allende decide incorporar al General Carlos Prats a su gabinete como ministro del Interior para que regule las elecciones parlamentarias de 1973, en cualquier caso se mostró como una decisión desesperada ante los ojos del mundo, así como de sus detractores desde el momento en que el proyecto de Allende se ve constantemente interrumpido por la espontaneidad de la situación social. En cierto sentido, Allende continúa con su política “deliberada” (A. Valenzuela) que se enmarcaba dentro de la euforia colectiva del pueblo unido. El presidente entregaba al pueblo lo que el pueblo necesitaba; elemento que estuvo fuertemente cuestionado tanto por sus opositores como por los propios miembros de la UP.
Mientras tanto el ejército se mostraba como el único organismo neutral del Estado y, por lo tanto, capaz de actuar como moderador de la crisis que amenazaba con estallar en una guerra civil:
“Es así que las F.F.A.A. surgieron como el único poder neutral con legitimidad suficiente y una capacidad real para mediar las fuerzas en pugna”.[9]
El problema, para muchos, fue que el nombramiento del general como ministro aumentó las tensiones y las trasladó al ejército, posibilitando la organización de quienes lo aborrecían dentro de éste.
El proyecto democratizador de Allende estaba siendo destruido por variadas fuerzas. Más el distanciamiento real entre el gobierno y el pueblo, es un hecho que tal vez nunca se hizo efectivo, como muchos afirman. Las fuerzas que colapsaron el sistema democrático llegaron al poder Ejecutivo cuando Allende ya no estaba.
LA DESTRUCCION DEL SUEÑO DE LA DEMOCRACIA Y LA INSTALACIÓN DE UN NUEVO RÉGIMEN.
“Había una sola institución
que podía llenar el vacío político
y posibilitar la celebración de las elecciones de 1973.
Esa institución era las Fuerzas Armadas de Chile.”[10]
…"la pérdida de la hegemonía del proyecto
democrático sólo se comprende frente
a la emergencia de otra hegemonía:
la de la unión de la coerción con el autoritarismo aristocrático
sobre la base de un fundamento negativo
de gran potencialidad:
en torno a la negación de un gobierno popular en la moneda.
Lo decisivo era derrocar ese “gobierno mío”
que señalaba el cartel del poblador,
el que había osado entrar al
recinto sagrado de la mitología del poder aristocrático
resguardado por sus guerreros.”[11]
Con estas dos opiniones contrapuestas damos inicio al análisis de un segundo periodo político chileno en la segunda mitad del siglo XX. La intervención de las Fuerzas Armadas de Chile sobre el gobierno de Allende no fue una idea desproporcionada, si analizamos el hecho de que el ejército ya había participado en la estructuración de un Estado de Bien Común en la década del ´20. La idea se sale de contexto e invita a reflexionar más sobre este hecho, una vez que advertimos que la irrupción de las Fuerzas Armadas en 1973 no sólo fue violenta sino además justificada. Deja una sensación de que el Estado chileno no es capaz de generar un gobierno demócrata por la vía civil, con el apoyo y participación ciudadana.
Como muy bien explica Genaro Arriagada la dictadura en Chile Sse fundamenta bajo la necesidad de restaurar no sólo el orden social, sino además restablecer la democracia perdida en manos de los marxistas. En este sentido, la reestructuración de la democracia descansa en el retorno a los ideales tradicionales. Es un fenómeno anacrónico el que se da a partir de septiembre de 1973 en Chile, con respuestas que empaparon de dolor el proyecto de la UP, pero que de todas formas fue real, pues acabó con la democracia y se afirmó de esta misma idea para continuar con un gobierno ilegítimo. Esto es a lo que José Bengoa hace referencia cuando dice “el gobierno es quién está preso”.
Justificación social: justificación legal del régimen militar.
Durante el primer periodo de gobierno militar se estableció el decreto con los objetivos y la duración del régimen. En éste, se estipulaba que el objetivo estaba directamente relacionado con el restablecimiento del orden social, la disciplina laboral y la restricción del avance marxista en un tiempo no determinado, es decir, las fuerzas militares y la derecha se establecerían en el poder de manera indefinida, por lo menos, hasta que se cumpliese dicho objetivo. En esta primera fase del régimen se establece además que las estrategias llevadas a cabo deben ser moderadas en cuanto a acción, lo cual no se llevó a cabo puesto que la persecución política, las detenciones en centros de reclusión y tortura, las muertes y desapariciones se establecieron desde el momento en que las Fuerzas Armadas bombardearon la moneda el día 11de septiembre de 1973.
El gobierno creó un Tribunal Militar para derrocar al enemigo interno, argumentando que la izquierda era una fuerza altamente militarizada y, bajo el amparo de la “Ley de Fuga”, se justificó el asesinato de jefes sindicales y líderes marxistas. Además se auto-legitimaba constantemente el poder institucional del régimen a través de la Junta Nacional de gobierno a cargo del Almirante José Toribio Merino, quien también llevaba el orden económico en hacienda, economía y Banco Central, es decir, estaba a cargo de la ejecución de los programas más fundamentales dentro del gobierno. Así, el régimen militar logró romper con el anterior gobierno de izquierda y comenzar a acelerar el proceso de disminución de la deuda externa, dejándolo todo en manos de dos personas con la excusa de que el gobierno de la UP le había heredado una alta inflación con índices elevados en distintos puntos, muchos de ellos resultando ficticios.
Si bien en un inicio la creación del proyecto de intervención militar hacia 1973, contempló la existencia de gobiernos rotativos, esto no se llevó a cabo, y se mantuvo la estructura autocrática en manos del General en Jefe del Ejército Augusto Pinochet Ugarte, legitimada mediante la subordinación del poder Legislativo, la declaración del “Estado de Sitio” y el plebiscito de 1974 y 1980.
Hacia 1974 la estrategia militar consistió en tres elementos fundamentalmente:
1.- Crear y establecer poder político en manos del ejército, a través de las F.F.A.A. y el aparto burocrático de Pinochet.
2.-Crear un aparato policial represivo que trabajara de manera independiente al régimen. Esta fue la excusa que tuvieron los altos mandos del ejército para desentenderse de las acciones llevadas a cabo por lo que Arriagada llama “policía política” o D.I.N.A.
3.-Aumentar la participación económica de los grupos económicos que levanten al país. Aquí aparecen los ”Chicago boys”, como estrategia del régimen para liberalizar la economía nacional y llevar acabo por fin el proyecto que la derecha no logró consolidar por sí sola en las décadas que le precedieron al sistema de gobierno autoritario.
El apoyo de Estados Unidos si bien jugó un rol fundamental dentro del régimen militar, éste fue netamente económico, puesto que a nivel político se mantuvo la defensa de los derechos humanos como imagen para vender al mundo. Sin embargo no fue una política estable dentro del gobierno norteamericano, si recurrimos al contexto global en el que nos encontramos en pleno desarrollo de la Guerra Fría.
Lo que sí está claro, es que la fuerte represión política, social y cultural, restringió todos los espacios y redujo la riqueza social (en cuanto a movimientos organizados), que Chile había tenido en las últimas dos décadas, a una homogeneización de la sociedad bajo un solo modelo existente: el neoliberal. En definitiva, el proyecto económico de la derecha se llevó a cabo finalmente en Chile, más sin el apoyo del proyecto político democratizador, pues este modelo económico desplazó no sólo el sueño socialista que le precedió, sino que también –apoyado de distintas estrategias- a los seguidores de ese sueño y a las diversas expresiones artísticas que lo acompañaron.
No fue paulatino el proceso de destierro para aquellos jóvenes universitarios y trabajadores que tuvieron que -de manera abrupta- abandonar un sueño. Y no sólo el pueblo se vio afectado por la represión, sino que además aquellos que se identificaron con el pueblo y no abandonaron nunca la lucha social a través de la música y el arte.
Durante la década de los ´70 y ´80 hubo una reorganización de la vida, y hasta los más jóvenes aprendieron a callar sus actos e incluso pensamientos, volviendo su rostro hacia la inevitable inocencia de creer en que la vuelta a la democracia en Chile traería la recompensa por los años de silencio. Los medios de comunicación durante la dictadura se encargaron de torturar psicológicamente a la población libre de los centros de reclusión política instalados a lo largo de todo Chile. La “necesidad del olvido”[12] fue la primera respuesta casi uniformada por parte de los hijos de la dictadura, y sirvió tal vez para abandonar los rencores sociales y continuar por el camino hacia la democracia.
Sin embargo los anhelos de las juventudes hijas de la dictadura respondieron con un lenguaje abiertamente dinámico, a través del canto y la pintura, como consignas de los actos censurados hasta el retorno a la democracia. (Ver apartado “Movimientos Sociales 1960-1990).
“La simultaneidad histórica que se ha dado entre las “coyunturas de crisis” y las “oleadas de agitación juvenil” ha producido la aparición de generaciones rebeldes que han luchado por realizar cambios en la Sociedad, el Estado o el Mercado; con éxito o sin él. Pueden distinguirse, por ejemplo, la “generación de 1848”, “la de 1920”, “la de 1968” o “la de 1980”, todas las cuales entraron en la historia adulta agitando atrevidas propuestas de cambio”.[13]
Fuertes pulsaciones de un mundo en crisis Análisis global
“En una gran obra de teatro popular escenificada en
Tarapacá en 1900, se celebraba con gran optimismo
el advenimiento del nuevo siglo.
Al despedirse el siglo XIX, le dejaba con orgullo al siglo XX
como herencia sus grandes avances tecnológicos,
especialmente en materia de energía a vapor y electricidad.
Sin embargo, le planteaba una tarea pendiente,
instando al siglo XX a que cumpliese esta inconclusa misión.
Esta consistía en la fundación de la verdadera democracia.”[1]
El siglo XX se ha destacado en la historia del mundo como el resultado final y casi lógico de las más irracionales ansias de poder del hombre, reflejadas en importantes crisis sociales que surgieron de conflictos políticos y económicos, los que a su vez, fueron heredados del siglo que le precedió. La humanidad se vio fuertemente afectada por las grandes y sangrientas catástrofes que se plasmaron en las tres grandes guerras, dotando de incertidumbre, miedos y efervescencia a las juventudes de cada periodo dentro de este siglo.
En concordancia con lo anterior el siglo XX, como proceso global, ciertamente se inicia con un desafío apoteósico: La construcción de una verdadera democracia. ¿Por qué plantearse este desafío?. El orgullo de la ciencia y tecnología heredada ya desde fines del decimonónico mostraba los síntomas de un modelo ineficiente en términos de administración gubernamental global. Los Estados, lejos de poder gozar sin sobresaltos las “bondades” derivadas de sus desarrollos vieron nacer, no con menos fuerza, el alzamiento de las capas obreras y campesinas afectadas tanto cuantitativa como cualitativamente por un desarrollo desigual sin precedentes hasta ese entonces.
Los Estados subdesarrollados ven, sostenidamente, el desarrollo de las organizaciones obreras y posteriormente campesinas sintetizarse en un movimiento global que amenaza seriamente la “estabilidad” gubernativa. Estamos en presencia de “La cuestión social”.
Los pobres organizados del mundo recibirán la influencia irrestricta del ejemplo Bolchevique, triunfante ya en 1917. La ideologización de las capas explotadas será una rueda que caminara sin vuelta atrás, aunque a diferentes ritmos.
Chile, dentro del contexto latinoamericano, no estuvo ajeno a los fenómenos mundiales que marcaron el siglo XX, pero fueron más bien los conflictos políticos a nivel mundial los que dificultaron su desarrollo económico. Las rivalidades que dieron origen a la segunda y tercera guerra mundial[2] influyeron fuertemente en el proceso de democratización de Chile y en el destino de los proyectos de izquierda que venían surgiendo a partir de 1920 y que se consolidaron luego de la crisis económica mundial de 1929. Fue precisamente en este momento de la historia política chilena, cuando las elites comenzaron a conocer la existencia de una fuerza política distinta, por lo que diversos hechos vinculados a este amenazante nacimiento de una izquierda consolidada cambiarán la historia de Chile a nivel político y social.
Por otra parte, el quehacer político social del periodo “entreguerras” carga a Chile y su historia popular de un apego incondicional a la lucha por las libertades y la igualdad; ejemplo de ello es la formación del Frente Popular, el cuarto del mundo, que gana las elecciones gracias a la desaprobación irrestricta de amplias capas de la población y de un importante número de agentes de la clase política, de las ideologías de carácter fascista.
En este contexto se desarrolla gran parte del devenir político de los nuevos actores históricos –como los trabajadores y las capas medias- quienes, resumidamente, deberán lidiar con el constante intervencionismo imperialista de parte de una u otra superpotencia, que para ese entonces, ya sumidos en lo que conocemos como “Guerra Fría”, no escatimarán en recursos para repartirse el mundo en una lucha ideológica irreconciliable. Capitalismo y Socialismo serán la cuna de destrucciones, creaciones y construcciones que se imprimirán en los corazones de la sociedad toda, llevando a los pueblos a vivir un proceso a escala propia pero siempre dependiente de las decisiones de Moscú o Washington.
Ahora bien, tres hechos son fundamentales para comprender la existencia de la Derecha como bloque de poder político en Chile. El primero de ellos lo encontramos a partir de los llamados “locos años veinte”, periodo en el que las oleadas de vertiginosos cambios a nivel económico mundial fragmentaron las alianzas políticas y, en cierta medida, las extremaron. Con esto, Latinoamérica se vio invadida por nuevas ideas y, fueron principalmente los movimientos de izquierda los que viajaron hasta nuestro continente, tal vez, para nunca más retirarse. En cierta medida, diremos que el mundo entero se vio afectado por la Primera Guerra Mundial y, desde ese momento, ya se respiraba cierto aire de pesimismo y descontento social. Eran tiempos de crisis. Sin embargo la aparición de la izquierda como proyecto político no se instaló, sino hasta 1931 de manera definitiva con el Partido Socialista Chileno. Diremos que la década del ´20 en Chile fue la germinación de un movimiento social que amenazaría fuertemente los intereses de una elite que acaparaba el poder económico y político, por ya más de un siglo.
Un segundo elemento de análisis guarda estrecha relación con la primera intervención militar autónoma en la historia de Chile en el año 1924 con el General Carlos Ibáñez del Campo, momento en que los militares irrumpen bruscamente en el gobierno Arturo Alessandri Palma, dando inicio a un nuevo periodo en la historia de Chile gracias a la creación de una nueva Constitución Política (1925) sumamente presidencialista. Este hecho marca un cambio fundamental por cuanto los nuevos proyectos políticos chilenos van dirigidos a dotar de mayor protagonismo al Estado.
Un tercer elemento que contribuyó a la consolidación de la derecha política, surge de la crisis mundial de 1929. En este momento la crisis económica afecta todas las áreas de dominio burgués y la derecha pierde apoyo incluso de las facciones que la componían (Partido Radical por ejemplo) y la izquierda se presenta como una alternativa viable capaz de resolver la crisis del sistema capitalista que no puede resolver la derecha. Según Sofía Correa, este sería el momento en que la derecha chilena se decide a generar una estrategia política para no perder su poder económico.
Diremos entonces, que a partir de la década del ´30 en Chile se produce un giro sustancial, en que la elite económica comienza a perder influencia en las fuerzas políticas del gobierno dando paso a un nuevo periodo de democratización con el afán de reestructurar el poder estatal, aumentando su gestión y promoción.
… “la hegemonía del proyecto democrático se va configurando como una red de gobernabilidad ciudadana y popular que, al mismo tiempo que produce una práctica democrática, produce también un nuevo saber acerca de lo real social chileno y latinoamericano, conocimiento que aporta las bases para una lucha ideológica o un pensamiento de raíz sudcontinental en vista de la necesidad y deseo de distribución social de poder”[3].
EL PROYECTO DE DEMOCRACIA EN CHILE
El proceso de democratización en Chile no fue continuo, sino más bien inestable y fragmentado, ya que estuvo en función de las estrategias y proyectos de los partidos políticos de distintos sectores y sus ansias de poder. Cualquier proyecto de reforma presentado estuvo limitado siempre por la mayoría en el Congreso que tuvo la derecha, a pesar de la incorporación de las fuerzas de izquierda en el poder:
“En realidad no hubo una democratización lineal y creciente, un proceso de avance en línea recta desde 1938 para adelante. El acceso al gobierno de un frente de centro-izquierda en 1938 no significó inmediatas reformas de la representatividad del sistema político ni tampoco significó un mejoramiento de las posibilidades de integración de algunos sectores populares, como los campesinos al sistema de negociación social.[4]
La consolidación de la derecha política chilena
Principales hitos
Para el análisis del contexto chileno propiamente tal, nos enfrentamos a una historia que en términos tanto económicos como políticos, estuvo fuertemente dominada por una elite terrateniente desde la colonia. Por esto, encontramos que para el caso de Chile existen dos “derechas chilenas” hacia 1930 (en palabras de Correa): una derecha económica y otra política. Sin embargo ambas se identifican hasta mediados del siglo XX, con la defensa del pasado, de la tradición colonial, los “padres de la patria” y el autoritarismo, como garantías de orden social.
Si retrocedemos en un pequeño acercamiento a los orígenes de la derecha chilena, nos situaremos en el siglo inmediatamente anterior. La derecha económica surge del poder de una elite industrial y luego se une con banqueros y comerciantes, teniendo como resultado una elite terrateniente y otra burguesa. Si bien el bloque de derecha en Chile siempre ha existido, éste no tuvo un proyecto político propio sino hasta que surgió un partido opositor a él, y en este sentido, diremos que la derecha no necesitó de una estrategia política sino hasta la llegada de las ideas marxistas que fueron configurando en América Latina el brote de la revolución. En cierto modo se establece que este bloque surge como partido político con el nacimiento del movimiento opositor que buscaba romper con el modelo de representatividad de las masas, que fue el objetivo de la derecha económica desde la independencia chilena, pues siempre buscó representar a las masas sin incorporarlas.
Como bien se puede suponer -a partir de lo anterior- la derecha desde mediados de siglo establece un solo proyecto político sólido y continuo que ha estado siempre en función de lo económico, con la intención permanente de liberalizar el mercado nacional. El problema surge cuando la derecha dentro de esta constante obsesión por abrir el mercado nacional, se encuentra cara a cara con un nuevo enemigo: el Estado; ya no es sólo su partido opositor, sino que ahora además choca drásticamente con las ideas que se venían instalando desde 1925 de dotar de mayor control económico al Estado, lo que significaba, entonces, estatizar el mercado nacional, es decir, cerrarlo.
La principal estrategia de la derecha apuntó a aumentar su influencia sobre otros partidos políticos (Partido Radical, Falange Nacional, entre otros), así como a obtener mayor participación política en el parlamento. Algunos autores plantean que desde el fracaso político de la derecha con Alessandri Palma, ésta no tuvo participación real sino hasta 1973, momento en el que pudo consolidar su proyecto económico. En este sentido diremos que la derecha no fue capaz de llevar a cabo su proyecto modernizador hacia 1938 producto del estancamiento de la industrialización en Chile y, con el triunfo de Pedro Aguirre Cerda no pudo continuar con el proyecto a partir del poder Ejecutivo, mas sí logró, en un proceso paulatino, ir incorporando elementos que le permitiesen décadas después establecer el modelo neoliberal a través de la destrucción del proyecto democratizador que se venía construyendo desde la misma fecha.
Así, a partir de 1938 el panorama para la derecha cambia bruscamente con la formación del Frente Popular compuesto por el Partido Comunista y la incorporación del Partido Radical de Izquierda, formando una potencial amenaza para la derecha aunque ésta mantuviese mayor cantidad de votos; esto era gracias al cohecho. Además la “Ley de Sindicalización Campesina” (1931), amenazaba duramente el poder de la derecha en el agro, ya que una vez que se crea la CORFO en el gobierno de Pedro Guirre Cerda, ésta corre el riesgo de perder industrias ante lo que va creando nuevas estrategias en alianza con el gobierno, porque eran precisamente ellos quienes mantenían el poder sobre el legislativo.
A pesar de esto, los levantamientos campesinos fomentados por comunistas, llevaron a que la derecha finalmente proclamará la “Ley maldita” durante el Gobierno de Gabriel González Videla, haciendo valer el plan Marshall[5] en 1949. En este momento además, la derecha se encontraba fuertemente dividida por elecciones de 1946 las que marcan un hito importante a nivel político, ya que hasta ese año la derecha estaba compuesta por conservadores (Tradicional y Conservador Social cristiano), liberales y Partido Agrario Laborista, sin embargo durante esa candidatura, el triunfo centro-izquierda (Radical y Comunista con Videla), deja fragmentada a una derecha compuesta por la Falange Nacional con Conservadores Social Cristiano, y por otra parte con el Partido Conservador Tradicional. Más tarde la unión de los primeros dará origen a la Democracia Cristiana que –por sí sola- careció siempre de fuerza política y se mostró ineficaz, al igual que la derecha, para enfrentar los conflictos de las décadas posteriores.
“En 1947 la derecha reconstruyó su alianza con el centro y abandonó las posiciones defensivas que hasta entonces había ocupado. Sin embargo su programa de ofensiva tuvo rasgos puramente negativos. Logró eliminar el peligro comunista aparente, desmovilizar a los sectores populares, dividir a las organizaciones laborales y al Partido Socialista, pero no fue capaz de impulsar un proyecto que evitara la agudización del estancamiento económico que desde el término de la guerra de Corea se hizo ostensible”.[6]
La “Ley maldita” fue suprimida durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo en 1952, quién produjo un importante viraje político al verse sobrepasado por la deuda externa y el aumento excesivo de la inflación, volviéndose hacia la derecha para pedir ayuda. Sin ningún problema la derecha lo socorre con al intención explícita de restarle poder al estado nuevamente y aumentar el poder privado en manos de la firma norteamericana Klein Sacks. Con esto, la derecha sigue su camino hacia la liberalización del mercado chileno y el aumento de la privatización de las redes comerciales; proyecto que será llevado a cabo con una política mucho más violenta pero con la misma estrategia desde mediados de los ´70 con el modelo de los “Chicago boys”.
La nueva política de estado: El proyecto de la izquierda.
Como se expuso anteriormente, fue a partir de la Constitución de 1925 que en Chile se persiguió con ansias la mayor participación del Estado en el desarrollo económico y de políticas públicas, es decir, un Estado Asistencial, Benefactor, y por sobre todo democrático. A pesar de esto, la necesidad de la izquierda de lograr que el Estado controle elementos como infraestructura e industria dista bastante de llevarse a cabo por dos motivos: aumento considerable en índices de inflación durante cada gobierno e intervención constante por parte de la derecha que presiona para no entregar industrias al Estado.
Por esto en las elecciones de 1957 se produce el fracaso del proyecto de aumentar el rol del Estado, cuando Eduardo Frei Montalva pierde elecciones frente a Jorge Alessandri, quien finalmente reduce la intervención del Estado al control sobre obras públicas durante su gobierno.
Lo anterior se enmarca en una política sumamente partidista ya que entrada la década del ´60 el candidato por el Partido Comunista y Socialista, Salvador Allende se lanzaba a la candidatura sin logros tangibles. Esta política legitimaba el logro de un solo proyecto, que se mostraba discontinuo: la democracia.
…”es el proyecto democrático el que posee, hacia los años 50 del siglo XX, la hegemonía, es decir, que alcanza una primacía que le permitirá subordinar relativamente el militarismo y el asistencialismo a su propio dinamismo.”[7]
El gobierno del pueblo y el fracaso del socialismo: La incapacidad de generar un centro político sólido.
A partir de 1960 Chile se convierte en un país dinámico. La política no sólo se vive en la esfera de lo político sino que, ya es capaz de desplegar todo su poder hacia todas las fuerzas sociales. El mundo empieza a prestar atención a cada suceso que se vive dentro del territorio chileno y las pulsaciones ya no son externas. Desde la candidatura de Frei Montalva y Salvador Allende el país entero está presionando fuertemente y el proyecto democrático se ve realizable: “En nombre de la distribución social del poder para fundar ese gobierno popular compitieron las candidaturas de Frei y Allende en el ´64. Es ese gobierno que, antes de ser gobierno, ha roto las letras formales de su propio proyecto, instalando su visibilidad concreta en todos los campos y escenarios de lo real: las poblaciones, los campos, las faenas, las ciudades, las universidades, las familias y las iglesias; gobernaba en la música, la poesía y la utopía.”[8]
Las palabras de María Angélica Illanes definen con una suerte de suficiente precisión los fenómenos políticos ocurridos en Chile y su resultado dentro del marco social hacia 1960. El Frente Popular, así como el FRAP habían logrado en no más de 40 años desplazar a la derecha del poder Ejecutivo, instalándose como gestores de una democracia por primera vez vivida posibilitando que, ya hacia 1970, se consolidara el sueño de la Unidad Popular, aunque el proyecto en sí fuese siempre el sueño de Allende. Muchos lo acusaron de llevar a cabo un gobierno personalista, y en cierta medida lo fue, pues Allende tuvo que acostumbrarse rápidamente a gobernar sólo.
El proyecto político y económico de Allende fue, como afirmaba su Ministro de economía Pedro Vuskovic, reformista y no revolucionario. Dentro de sus objetivos se encontraba la redistribución del ingreso, el aumento de programas y servicios gubernamentales, la estatización de industrias clave y la expansión de la Reforma Agraria. Sólo el último objetivo no pudo llevarse nunca a cabo en profundidad, puesto que la violencia en el campo, desde sus inicios, no fue frenada por el presidente.
Valenzuela afirma que el fracaso de la UP tiene que ver con la estrategia política deliberada de Allende (sumado a una economía sobreestimulada según Vuskovic) en la que alimentó el levantamiento constante de obreros, primero para legitimar la expropiación de industrias y segundo al responder a las peticiones aceleradas y desorganizadas del pueblo, así como con la incapacidad de unir fuerzas con el centro político para respaldar su gobierno, ya que en 1958 (Jorge Alessandri) y 1970 (Salvador Allende) los bloques políticos extremos buscaron triunfar sin el apoyo de centro, lográndolo de manera tangible.
Esta tesis está fundamentada en Juan Linz quien afirma el hecho de que cuando un gobierno pertenece a un extremo político y busca mantener la democracia, debe ser capaz de generar un centro político sólido para no terminar en un gobierno autoritario. Claramente, la sociedad chilena que gobernó Allende es una sociedad altamente polarizada que no permitió nunca la consolidación de ese centro que le ayudaría a eliminar presiones y unir las alianzas políticas. Por esto, el gobierno de la UP se movió de manera sumamente dinámica en torno a fuerzas centrífugas (cada una en distinta dirección) y no con la cohesión de fuerzas centrípedas (todas en una misma dirección).
Asimismo, al gobierno de la UP no sólo le jugó en contra la fragmentación interna -que fue aumentando sobretodo desde 1972- sino además la intensificación de la guerra interna con una fuerte oposición. Esta oposición en un principio estuvo compuesta por la derecha política, dueños de empresas privadas y una facción de la Democracia Cristiana. Mientras tanto, la otra facción de la DC unida a las dos facciones del Partido Radical a partir de las elecciones municipales de 1971 ven destruidos sus intereses, puesto que éstas habían polarizado aún más la situación al aumentar votos en la UP y el Partido Nacional. De aquí en adelante la DC no logró establecerse ni como centro político, ni liderar la oposición, mientras que la UP va aumentando enemigos, hasta el punto en que sus mismos partidarios políticos de la coalición le darán la espalda a la democracia, dando origen a la sucesión de actos violentos impulsados por el MIR.
Ahora bien, durante el primer año gobierno de Allende hubo importantes logros en disminución del desempleo, aumento en la producción interna (aunque no la suficiente como para sustentar la demanda nacional por lo que de igual modo se recurrió a importaciones), disminución de la inflación, entre otros, pero la deuda externa heredada del gobierno de Frei -sumado al bloqueo mundial por parte de Estados Unidos- provocaron serios desajustes y mayor endeudamiento para el segundo año. Es por esto que 1972 es un año que contrasta seriamente con el año anterior, y la oposición que lidera el parlamento comienza a presionar fuertemente. Si la derecha tenía la mayoría en el parlamento podía empezar a restarle poder al Ejecutivo en función del legislativo, por lo que precisamente en esto consistió su estrategia.
El 20 de febrero de 1972 se establece la Reforma Constitucional del Congreso Pleno, en la que la derecha en el Congreso crearía un cuerpo legal que le permitiese restringir al Ejecutivo de continuar estatizando industrias. Sin embargo son las mismas facciones del partido Conservador, las que no dan los votos para llevar a cabo la reforma. Este fue uno de los tantos intentos de la oposición de someter el Ejecutivo al Legislativo y terminar con la estrategia política de Allende: posibilitar la existencia de un sistema unicameral, que a su vez restringiría la participación de la oposición, por la vía democrática.
Se va produciendo de manera progresiva una fuerte confrontación social que el presidente no puede detener porque no es sólo entre opositores, sino además entre miembros de su propia coalición política. El Partido Comunista, sumamente legalista, había detenido el apoyo a los movimientos que llevaba a cabo el MIR por la muerte de un estudiante de sus filas en Concepción, lo que aumentó el distanciamiento entre ambos, creando tensiones entre el MIR y la UP.
El gobierno debe moderar todo tipo de movimientos, los de la pequeña burguesía, de los trabajadores, camioneros, etc. En cierta medida Chile se confió de que el quiebre institucional nunca llegaría, por lo que aumentaron las presiones hacia el gobierno desde todos los bandos políticos sin considerar que tal vez una unión de sus fuerzas habría evitado el colapso que se venía dando desde fines de 1972. El 5 de noviembre de ese año Allende decide incorporar al General Carlos Prats a su gabinete como ministro del Interior para que regule las elecciones parlamentarias de 1973, en cualquier caso se mostró como una decisión desesperada ante los ojos del mundo, así como de sus detractores desde el momento en que el proyecto de Allende se ve constantemente interrumpido por la espontaneidad de la situación social. En cierto sentido, Allende continúa con su política “deliberada” (A. Valenzuela) que se enmarcaba dentro de la euforia colectiva del pueblo unido. El presidente entregaba al pueblo lo que el pueblo necesitaba; elemento que estuvo fuertemente cuestionado tanto por sus opositores como por los propios miembros de la UP.
Mientras tanto el ejército se mostraba como el único organismo neutral del Estado y, por lo tanto, capaz de actuar como moderador de la crisis que amenazaba con estallar en una guerra civil:
“Es así que las F.F.A.A. surgieron como el único poder neutral con legitimidad suficiente y una capacidad real para mediar las fuerzas en pugna”.[9]
El problema, para muchos, fue que el nombramiento del general como ministro aumentó las tensiones y las trasladó al ejército, posibilitando la organización de quienes lo aborrecían dentro de éste.
El proyecto democratizador de Allende estaba siendo destruido por variadas fuerzas. Más el distanciamiento real entre el gobierno y el pueblo, es un hecho que tal vez nunca se hizo efectivo, como muchos afirman. Las fuerzas que colapsaron el sistema democrático llegaron al poder Ejecutivo cuando Allende ya no estaba.
LA DESTRUCCION DEL SUEÑO DE LA DEMOCRACIA Y LA INSTALACIÓN DE UN NUEVO RÉGIMEN.
“Había una sola institución
que podía llenar el vacío político
y posibilitar la celebración de las elecciones de 1973.
Esa institución era las Fuerzas Armadas de Chile.”[10]
…"la pérdida de la hegemonía del proyecto
democrático sólo se comprende frente
a la emergencia de otra hegemonía:
la de la unión de la coerción con el autoritarismo aristocrático
sobre la base de un fundamento negativo
de gran potencialidad:
en torno a la negación de un gobierno popular en la moneda.
Lo decisivo era derrocar ese “gobierno mío”
que señalaba el cartel del poblador,
el que había osado entrar al
recinto sagrado de la mitología del poder aristocrático
resguardado por sus guerreros.”[11]
Con estas dos opiniones contrapuestas damos inicio al análisis de un segundo periodo político chileno en la segunda mitad del siglo XX. La intervención de las Fuerzas Armadas de Chile sobre el gobierno de Allende no fue una idea desproporcionada, si analizamos el hecho de que el ejército ya había participado en la estructuración de un Estado de Bien Común en la década del ´20. La idea se sale de contexto e invita a reflexionar más sobre este hecho, una vez que advertimos que la irrupción de las Fuerzas Armadas en 1973 no sólo fue violenta sino además justificada. Deja una sensación de que el Estado chileno no es capaz de generar un gobierno demócrata por la vía civil, con el apoyo y participación ciudadana.
Como muy bien explica Genaro Arriagada la dictadura en Chile Sse fundamenta bajo la necesidad de restaurar no sólo el orden social, sino además restablecer la democracia perdida en manos de los marxistas. En este sentido, la reestructuración de la democracia descansa en el retorno a los ideales tradicionales. Es un fenómeno anacrónico el que se da a partir de septiembre de 1973 en Chile, con respuestas que empaparon de dolor el proyecto de la UP, pero que de todas formas fue real, pues acabó con la democracia y se afirmó de esta misma idea para continuar con un gobierno ilegítimo. Esto es a lo que José Bengoa hace referencia cuando dice “el gobierno es quién está preso”.
Justificación social: justificación legal del régimen militar.
Durante el primer periodo de gobierno militar se estableció el decreto con los objetivos y la duración del régimen. En éste, se estipulaba que el objetivo estaba directamente relacionado con el restablecimiento del orden social, la disciplina laboral y la restricción del avance marxista en un tiempo no determinado, es decir, las fuerzas militares y la derecha se establecerían en el poder de manera indefinida, por lo menos, hasta que se cumpliese dicho objetivo. En esta primera fase del régimen se establece además que las estrategias llevadas a cabo deben ser moderadas en cuanto a acción, lo cual no se llevó a cabo puesto que la persecución política, las detenciones en centros de reclusión y tortura, las muertes y desapariciones se establecieron desde el momento en que las Fuerzas Armadas bombardearon la moneda el día 11de septiembre de 1973.
El gobierno creó un Tribunal Militar para derrocar al enemigo interno, argumentando que la izquierda era una fuerza altamente militarizada y, bajo el amparo de la “Ley de Fuga”, se justificó el asesinato de jefes sindicales y líderes marxistas. Además se auto-legitimaba constantemente el poder institucional del régimen a través de la Junta Nacional de gobierno a cargo del Almirante José Toribio Merino, quien también llevaba el orden económico en hacienda, economía y Banco Central, es decir, estaba a cargo de la ejecución de los programas más fundamentales dentro del gobierno. Así, el régimen militar logró romper con el anterior gobierno de izquierda y comenzar a acelerar el proceso de disminución de la deuda externa, dejándolo todo en manos de dos personas con la excusa de que el gobierno de la UP le había heredado una alta inflación con índices elevados en distintos puntos, muchos de ellos resultando ficticios.
Si bien en un inicio la creación del proyecto de intervención militar hacia 1973, contempló la existencia de gobiernos rotativos, esto no se llevó a cabo, y se mantuvo la estructura autocrática en manos del General en Jefe del Ejército Augusto Pinochet Ugarte, legitimada mediante la subordinación del poder Legislativo, la declaración del “Estado de Sitio” y el plebiscito de 1974 y 1980.
Hacia 1974 la estrategia militar consistió en tres elementos fundamentalmente:
1.- Crear y establecer poder político en manos del ejército, a través de las F.F.A.A. y el aparto burocrático de Pinochet.
2.-Crear un aparato policial represivo que trabajara de manera independiente al régimen. Esta fue la excusa que tuvieron los altos mandos del ejército para desentenderse de las acciones llevadas a cabo por lo que Arriagada llama “policía política” o D.I.N.A.
3.-Aumentar la participación económica de los grupos económicos que levanten al país. Aquí aparecen los ”Chicago boys”, como estrategia del régimen para liberalizar la economía nacional y llevar acabo por fin el proyecto que la derecha no logró consolidar por sí sola en las décadas que le precedieron al sistema de gobierno autoritario.
El apoyo de Estados Unidos si bien jugó un rol fundamental dentro del régimen militar, éste fue netamente económico, puesto que a nivel político se mantuvo la defensa de los derechos humanos como imagen para vender al mundo. Sin embargo no fue una política estable dentro del gobierno norteamericano, si recurrimos al contexto global en el que nos encontramos en pleno desarrollo de la Guerra Fría.
Lo que sí está claro, es que la fuerte represión política, social y cultural, restringió todos los espacios y redujo la riqueza social (en cuanto a movimientos organizados), que Chile había tenido en las últimas dos décadas, a una homogeneización de la sociedad bajo un solo modelo existente: el neoliberal. En definitiva, el proyecto económico de la derecha se llevó a cabo finalmente en Chile, más sin el apoyo del proyecto político democratizador, pues este modelo económico desplazó no sólo el sueño socialista que le precedió, sino que también –apoyado de distintas estrategias- a los seguidores de ese sueño y a las diversas expresiones artísticas que lo acompañaron.
No fue paulatino el proceso de destierro para aquellos jóvenes universitarios y trabajadores que tuvieron que -de manera abrupta- abandonar un sueño. Y no sólo el pueblo se vio afectado por la represión, sino que además aquellos que se identificaron con el pueblo y no abandonaron nunca la lucha social a través de la música y el arte.
Durante la década de los ´70 y ´80 hubo una reorganización de la vida, y hasta los más jóvenes aprendieron a callar sus actos e incluso pensamientos, volviendo su rostro hacia la inevitable inocencia de creer en que la vuelta a la democracia en Chile traería la recompensa por los años de silencio. Los medios de comunicación durante la dictadura se encargaron de torturar psicológicamente a la población libre de los centros de reclusión política instalados a lo largo de todo Chile. La “necesidad del olvido”[12] fue la primera respuesta casi uniformada por parte de los hijos de la dictadura, y sirvió tal vez para abandonar los rencores sociales y continuar por el camino hacia la democracia.
Sin embargo los anhelos de las juventudes hijas de la dictadura respondieron con un lenguaje abiertamente dinámico, a través del canto y la pintura, como consignas de los actos censurados hasta el retorno a la democracia. (Ver apartado “Movimientos Sociales 1960-1990).
“La simultaneidad histórica que se ha dado entre las “coyunturas de crisis” y las “oleadas de agitación juvenil” ha producido la aparición de generaciones rebeldes que han luchado por realizar cambios en la Sociedad, el Estado o el Mercado; con éxito o sin él. Pueden distinguirse, por ejemplo, la “generación de 1848”, “la de 1920”, “la de 1968” o “la de 1980”, todas las cuales entraron en la historia adulta agitando atrevidas propuestas de cambio”.[13]
BIBLIOGRAFÍA
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Correa, Sofía. Las riendas del poder. La derecha chilena en el siglo XX. Editorial Sudamericana. Santiago, 2004.
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[1] ILLANES, María Angélica. Para un memorial de fin de siglo. El proyecto democrático 1950-2000. En Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX. LOM. Chile, Febrero 2000.p. 129.
[2] En HOBSBAWM, Eric: “Historia del siglo XX”, se establece la llamada “Guerra Fría” como Tercera Guerra Mundial.
[3] GARCÉS. OP Cit p. 132
[4] MOULIÁN, Tomás. Desarrollo político y Estado de compromiso. Desajuste y crisis estatal en Chile. Colección de estudios CIEPLAN nº 8, Santiago, 1984.p.107
[5] Entenderemos al plan Marshall como la estrategia económico política impulsada por los Estados Unidos para “ayudar” a los países europeos, financiándolos, a superar su desmedrada situación tras la segunda guerra mundial.
[6] MOULIÁN. OP Cit p.111
[7]GARCÉS. IBID p.131
[8] GARCÉS OP Cit p. 134
[9] VALENZUELA, Arturo. El quiebre de la democracia en Chile. FLACSO. Santiago, 1989. p. 221
[10] VALENZUELA. OP Cit
[11] GARCÉS IBID p. 137
[12] ESPINOZA, Vicente en GARCÉS, Mario. Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX. LOM. Chile, Febrero 2000.
[13] SALAZAR, Gabriel; PINTO, Julio. Historia Contemporánea de Chile V: Niñez y juventud. LOM. Santiago, Mayo 2003.
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[2] En HOBSBAWM, Eric: “Historia del siglo XX”, se establece la llamada “Guerra Fría” como Tercera Guerra Mundial.
[3] GARCÉS. OP Cit p. 132
[4] MOULIÁN, Tomás. Desarrollo político y Estado de compromiso. Desajuste y crisis estatal en Chile. Colección de estudios CIEPLAN nº 8, Santiago, 1984.p.107
[5] Entenderemos al plan Marshall como la estrategia económico política impulsada por los Estados Unidos para “ayudar” a los países europeos, financiándolos, a superar su desmedrada situación tras la segunda guerra mundial.
[6] MOULIÁN. OP Cit p.111
[7]GARCÉS. IBID p.131
[8] GARCÉS OP Cit p. 134
[9] VALENZUELA, Arturo. El quiebre de la democracia en Chile. FLACSO. Santiago, 1989. p. 221
[10] VALENZUELA. OP Cit
[11] GARCÉS IBID p. 137
[12] ESPINOZA, Vicente en GARCÉS, Mario. Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX. LOM. Chile, Febrero 2000.
[13] SALAZAR, Gabriel; PINTO, Julio. Historia Contemporánea de Chile V: Niñez y juventud. LOM. Santiago, Mayo 2003.