PIÍTA,Feña, Karlota, Legli, Karina, Javier, Pato... Pintaremos... PINTAREMOS HASTA EL CIELO las consignas de nuestra conciencia...ADELANTE CON TODAS LAS FUERZAS, ADELANTE CON TODAS LAS FUERZAS DE LA HISTORIA

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Breve de música e historia…

Por Patricio Escobar
Breve de música e historia…
“Hasta mediados de 1950, la música era también, en Chile, mayoritariamente, una actividad adulta, tanto en su versión internacional (requería profesionalización), en su versión religiosa (requería seriedad), como en el caso de la música, popular y folklórica (requerían adultos con vestimenta de adultos)”[1]. Por otra parte, “La música popular, paralelamente, nacía, vivía y moría en los ranchos campesinos y en el interior de las chinganas, las cañadas y las chimbas”[2]. Ese fue el contexto de la realidad musical en Chile hasta antes de 1960, luego de esta fecha sufrió un gran cambio, o más bien un reimpulso que trajo consigo variadas repercusiones a nivel social y político.

Dentro de las décadas del siglo XX, el período que comprende desde 1960 a 1969, fue de una alta producción artística desde prácticamente todos los sectores de la sociedad
[3]. En este periodo de diversos contexto internacionales, la música nacional se inspiró en distintos referentes que le dieron identidad propia[4]. Por un lado, fue por la música occidental anglosajona (EE.UU. y Reino Unido). Por otro, fue el impulso que se le dio mediante los grupos intelectuales que emergían desde las Universidades tradicionales del país. Su impronta fue darle un énfasis identitario que, como mencioné anteriormente, emergiera desde lo nacional rescatando las raíces folclóricas de toda la música que naciera fuera de los círculos ya institucionalizados.


“Los estudiantes, intelectuales, artistas- rebeldes sin pausa-, que actúan en referencia a horizontes épicos / éticos de sentido libertario y revolucionario, elaboran sus propias expresiones identitarias. Adquiere importancia la pregunta por la historia, por América, por el pueblo y su proyecto”
[5]. No sólo era música por música, sino que también tocaba temas que implicaban una idea de cómo se construía un proyecto país, donde todos los ciudadanos deben ser participes de este proceso. “La música es una forma muy pura de comunicación. Creemos que expresa la cultura de un pueblo. La cultura chilena se esta descubriendo a sí misma. Creemos mientras más los artistas y los músicos busquen en sus propias raíces, podremos reencontrar el sueño americano”[6]. La política de esos años no era indiferente para nadie. El gobierno de Eduardo Frei estaba en pleno proceso de reestructuración institucional y reformista lo cual daba pie a distintas interpretaciones sobre lo que se quería para el futuro del país, elemento que se acrecentó aún más con el gobierno de Salvador Allende.

Los referentes musicales de este nuevo contexto fueron: “La nueva ola”, “El neofolklore” y la “Nueva Canción Chilena” (por mencionar a los más representativos). Con posiciones fuertemente marcadas. “En tanto expresión musical que se ligaba a la identidad histórica de los pueblos latinoamericanos (que implicaba rescatar el pasado indígena remoto y a sus luchas del presente (que se asumían como de siempre). La NCCH necesito situarse en la perspectiva de un actor distinto del huaso (hacendado) del valle central, y a este efecto construyó la imagen de un chile andino que aludía a los pueblos indígenas y a las clases trabajadoras que por siglos habían luchado su liberación a las sombra de la gran cordillera”.[7] El Movimiento juvenil y estudiantil fueron los representativos más aun, la coyuntura lo radicalizó (canciones de protesta).
“Es significativo, en todo caso, que la NCCH, a la inversa de la nueva Ola y del Neofolklore, no fue patrocinada ni nutrida por la ya existente “industria cultural”, razón por la que necesitó, sobre la base de su propio impulso, crear su propio aparato “industrial” (el sello DICAP, después IRT, los festivales ad hoc organizados por Ricardo García, el programa Chile ríe y Canta de René Largo Farias, que sobre una cadena de 40 radio difusoras, recorrió durante diez años el país promoviendo la nueva canción chilena) y difundirse de un modo intimista a través de las arrinconadas pero intensas peñas folklóricas”.
[8] La música de raíz folclórica tuvo que construirse desde todos los cimientos para poder impulsarse y darse a conocer al contrario de de los otros proyectos musicales. Pese a ello, lograron masificar en gran medida todo su impulso artístico y musical en la década de 1960.
“Ese mismo espíritu de Enorme Entusiasmo fue el que siguió adelante en los tres años del Gobierno de Izquierda. No hubo barrio en que no se montó una obra de teatro, un grupo de danza, aparecían afiches, boletines, talleres de literatura, o se creaba un conjunto folklórico, todos aprendían a tocar guitarra, una muestra triste de ello son los cantantes callejeros… La música andina estilizaba fue la música del “proceso” 70-73”
[9].El impulso artístico[10] tuvo mayor fuerza durante el gobierno de Allende, pero dado la serie de conflictos en materia político- económico que se fueron dando y el impacto que causó el golpe militar, dejó en la incertidumbre a este movimiento que luego tuvo que desvanecerse dado su impronta política que representaba todo lo que la dictadura quería exterminar.
En la segunda mitad de los setenta, varios de estos grupos se fueron al exilio, otros se disolvieron y el resto se mantuvo en un escenario bastante oculto. Lo que ocurrió en la década de 1980, fue una lucha en contra del contexto político y una lucha por mantener su identidad sobre todo de los grupos que se mantuvieron en el exilio. Los espacios que tuvieron en el la década de 1960 y principios de 1970 van desaparecido por completo o fueron ocupados por los grupos pro-dictadura que tenían todo el poder mediático para realizar sus propuestas musicales.
Al finalizar la dictadura, muchos de estos grupos volvieron a aparecer en escena y su tarea fue de reinvención, dado que ya no se tenia en frente a la bestia negra, debían ahora reencantar a ese publico que los apoyó y a las nuevas generaciones que buscan en la música su propia identidad.

[1] Salazar, Gabriel. “Historia Contemporánea de Chile, tomo V” Editorial LOM, Santiago, 2002.Pág. 147.
[2] Ibíd. Salazar. Pág. 147.
[3] Un hito cristalizador de este movimiento musical fue el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, organizado por la Pontífice Universidad Católica de Chile.
[4] Siguiendo los pasos de sus madres Violeta Parra y Margot Loyola, hayan detectado a sus pies, o en el viento que corría a su alrededor, los entierros musicales del bajo pueblo. En lucha abierta con la avalancha musical anglosajona.
[5] Garcés, Mario y otros. “Memorias para un nuevo siglo”. Editorial LOM, Santiago, 2000. Pág. 364.
[6] García, Ricardo. “Los Jaivas: modelo para amar”. Ramona, N° 90, 17 julio 1973. Pág. 13.
[7] Ibíd. Salazar. Pág. 159.
[8] Ibíd. Salazar. Pág. 159.
[9] Op. Cit. Garcés. Pág. 382.
[10] Los grupos más representativos de este genero fueron: Quilapayún, Inti-Illimani, Millaray, entre otros.

0 comentarios: